Sant Boi de Llobregat (1958)
De la pintura a la fotografía
Ricard Terré comenzó siendo ilustrador y pintor. Su afición por la pintura y el dibujo surgió en su infancia. Luego, mientras estudiaba Intendencia Mercantil trabajó como caricaturista, y fue por entonces cuando se inició en la fotografía.
En la Agrupació Fotográfica de Catalunya conoció a Oriol Maspons, Xavier Miserachs y Ramón Masats, con quienes formaría también parte del ecléctico grupo AFAL (Agrupación Fotográfica Almeriense, liderada por Artero y Siquier) que se materializa en la revista del mismo nombre años después. Esta publicación modernizó la fotografía en nuestro país durante los años 50 y 60, mostrando la obra de diversos autores logrando salvar las distancias geográficas y también sirviendo divulgativo.
Dos etapas indiferenciadas
El trabajo de Ricard Terré se desarrolló en dos etapas distanciadas en el tiempo. La primera se inició en Barcelona en 1955 y concluyó en Galicia en 1969, a donde había trasladado su residencia la década anterior. Después de un lapso de tiempo sin participar en actividades, en 1982 retomó la fotografía con fuerzas renovadas. Fue entonces cuando su obra comenzó a recibir el reconocimiento merecido.
Tal como explicó en una ocasión, «las reacciones del hombre frente a los grandes acontecimientos, como la muerte, son las mismas en cualquier lugar y en cualquier momento». Lo importante para Terré fue reflejar en su fotografía el espíritu del ser humano, por lo que no es necesario etiquetar cronológicamente sus imágenes, ya fueran de una u otra etapa.
Una fotografía de corte asimétrico
No en un sentido técnico ni físico. Sus instantáneas, siempre en blanco y negro, mantienen una profunda unidad temática y estilística. Se trata de su continua búsqueda de los contrastes de la vida: la infancia, la muerte, la religión, la fiesta, la perfección y la imperfección. Su hija Laura indica que a su padre le hacían reír las interpretaciones trascendentes de algunas de sus fotos más casuales. Para Terré, la búsqueda de la belleza en la fotografía no estaba en lo canónico, sino en aquellas que transmitían, en un sentido hondo, nuestra humanidad óptima y pura en sus asimetrías.